Antes de que doña Sofía Vergara Nadal Parera ostentara el título y respondiera a las preguntas de Pablo Motos, a la de Barranquilla le pasaron cosas. Fue madre con 19 años, le puso al niño Manolo en homenaje a la película Scarface, asesinaron a uno de sus hermanos en Colombia y huyó a Miami con toda su familia. Se rieron de su acento en los castings, se imaginaron lo que no era cuando vieron que enseñaba su cuerpo —porque en el siglo XXI sigue habiendo señores a los que la copa C de sujetador les despierta un no sé qué—, se tomaron a chufla su intención de ser actriz, la acusaron de ladrona de fama cuando la fotografiaron saliendo de un restaurante con Tom Cruise.
Prejuicios, chismes y baboseos varios hasta que consiguió el papel de Gloria en la serie Modern Family que la llevó a la fama y a las nominaciones a premios, y de paso le llenó la cartera.
Con esto lo que una intenta decir es que Vergara es doctora cum laude en machirulos, en graciosos de casette de gasolinera, que está de vuelta y es más rápida en la respuesta que cualquiera de nosotros, mortales de medio pelo. Con esto lo que una intenta decir es que no subestimes jamás al que tienes enfrente. Te puede ganar las elecciones o mandarte a llorar a casa cuando todo ha acabado.
Sofía Vergara se divirtió, y cómo, este lunes en El hormiguero.
Sofía Vergara aceptó ir al Hormiguero porque su misión era acabar con Pablo Motos y sus preguntas estúpidas.
No tengo pruebas pero tampoco dudas. pic.twitter.com/OQB3Hg2BqL
— Ojito 👁 (@elojoquetodolv) January 9, 2024
La de Barranquilla tiene la menopausia, dice su edad cuando le sale de su mismísimo centro de gravedad y no busca el piropo, tampoco el aplauso fácil. “¿Has bebido mucho estas Navidades?”, le preguntan. “No tanto como hubiera querido”, responde. Le dice al presentador que si quiere respuestas menos genéricas entonces debería hacer preguntas más precisas. Trolea y dispara a la mínima, cuando intuye que se ríen de su acento al hablar en inglés, cosa que le habrá sucedido qué se yo, un millón de veces. Cuando lo que ocurre en realidad es esa cosa tan paleta en España de mofarnos del que pronuncia inglés mucho mejor que nosotros. “Idiomas, querida”, que diría Aramís Fuster.
Recuerda que la nominaron a los Emmy, a los Globos de Oro y a los SAG. Viene a promocionar Griselda, una serie que produce y protagoniza. Pone en duda que el presentador la haya visto al completo y le corrige cuando pronuncia un apellido equivocado. “¿Alguna pregunta más, señorita?”, dice el conductor del programa, aceleradito y descolocado desde el principio de la conversación.
“No paras de decir cosas raras”, le dice casi al final, cuando Vergara ha colocado toda la mercancía que ha querido y además de la serie nos ha dicho que el maquillaje de su empresa es el que ella lleva, que los vaqueros también y que lo único que lleva postizo son las pestañas. Y desde ese mismo instante estamos todas buscando el nombre de sus empresas para comprar cualquier cosa que venda. Porque a semejante referenta una hace lo que sea con tal de que no pase hambre.
Se ríe de todos, y hace bien. Un poco de su manager, un poco de sus colegas estadounidenses, empeñados en adelgazar y torturarse con caracterizaciones imposibles para que les tomen en serio; dice que quiere un novio que tenga hijos y dinero porque ella no tiene previsto darle un hermanito a Manolo y tampoco parece querer ser el bizum de nadie.
Aunque mi momento favorito, y mira que es difícil elegir, es cuando el presentador le comenta, en una particularísima manera de ser agradable: “Me llama la atención la química que tienes con las mujeres”. A ver si no va a ser Sofía la que no para de decir estupideces, digo, “cosas raras”.
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