lunes, octubre 7

En Nochebuena solo nos camela Camela | Televisión

Excepto porque los que viven con el móvil en la mano no despotricaron de ella en Twitter, sino en X, la Nochebuena televisiva ha sido exactamente igual que todas las Nochebuenas televisivas de las que esta que escribe tiene memoria. Las cadenas han pergeñado un modelo que en vista de la falta de variaciones parece funcionarles de perlas, pero ofrece menos emoción que la retransmisión del 12-1 a Malta con la que nos deleitó el jueves Teledeporte para conmemorar su 40º aniversario. Había tan pocas posibilidades de que Señor no marcase el duodécimo gol de la selección como de que esta noche no nos encontrásemos con Raphael, Alaska o Ana Mena durante algún zapeo.

TVE sigue siendo la única que pone carne en el asador. Treinta y tres ediciones lleva Telepasión acudiendo fiel a su cita. Bendito sea el esfuerzo, es el único programa de la noche que nos ayuda a diferenciar un año de otro —y además nos permitió descubrir en sus primeras ediciones la fascinante faceta crooner de Pedro Piqueras—. La pérdida de peso de la cadena pública se evidencia en lo difícil que resulta cada año reconocer a los participantes. No merece la pena hacer sangre, a Telepasión hay que valorarlo siempre por el entusiasmo de sus protagonistas, el esfuerzo de los departamentos de vestuario y realización y sobre todo por arreglos como los que nos ha regalado el elenco de La promesa bailando a ritmo de Sonia y Selena: “Cuando llega la tarde las series me enamoran, yo quiero bailar en Nochebuena, yo quiero bailar en La promesa”. Va a ser complicado volver a tomarse en serio a los marqueses de Luján.

No han faltado tampoco en el Ente las ya habituales dos galas de artistas y sus amigos. Que siempre esté Raphael empieza a resultar sospechoso, pero si hay una teoría que defiende que todos los actores están a seis grados de separación de Kevin Bacon, por qué no todos los cantantes españoles van a tener al de Linares en marcación rápida. No rompamos el pacto de ficción.

Pablo López y sus interminables canciones sin estribillo protagonizaron el primer especial. El exconcursante de Operación Triunfo es un espectáculo en sí mismo, si sus pianos hablaran le pedirían una orden de alejamiento, ni Jerry Lee Lewis los ha maltratado con tanto ahínco. El sufrimiento con el que interpreta cada tema está más cerca de Marina Abramovic que del ligero espectáculo pop que se le presupone. Aunque discurren en un segundo plano porque nadie en casa presta demasiada atención a la programación festiva, no conviene despistarse, estos especiales son la caja de bombones de Forrest Gump, lo mismo te toca un Sebastián Yatra que te encuentras a Trevor Horn, uno de los productores más influyentes de los ochenta, marcándose un popurrí de versiones de sus elegantes composiciones. Esta madrugada hemos escuchado a Horn y López cantar Avalon, el clásico de Roxy Music. Ha pasado, lo hemos visto.

Pablo López, durante el especial de Nochebuena de La 1.Roberto Moreno Moya

Tras la angustia existencial de Pablo López llegaron los verdaderos reyes de la noche. No dieron ningún discurso, no los necesitan, tras dos acordes de Corazón indomable ya no estamos ante una mesa de copas de cava semivacías, peladillas arrinconadas en platitos de postre y concuñados plastas, sino en la verbena más feliz de España. Camela es un estado de ánimo, es sinónimo de todo lo que está bien en el mundo. Dejen de buscarle letra al himno español, mejor asumamos Cuando zarpa el amor como la única canción que puede unirnos a todos. De Camela no basta un especial por sus 30 años en Nochebuena, se merece un programa diario que equilibre el pH de felicidad del país. Ángeles y Dioni no necesitaban llamar a ningún amigo —entre los muchos que pasaron por allí estaban Alaska proclamándose camelista, y María Peláe elevando a los cielos Sueños inalcanzables— porque cantando con ellos estábamos todos.

Verónica Dulanto y Christian Gálvez se encargaron de conducir en Telecinco el tradicional espacio contenedor de actuaciones grabadas, un clásico de la noche más especial del año, como se afanaba en repetir Gálvez con un entusiasmo que imagino debe ser difícil de fingir un lunes de marzo a las 10 de la mañana que es cuando suelen grabarse estas cosas. La cadena de Fuencarral se ha olvidado casi por completo de la música en su parrilla, pero una noche al año desfilan ante sus cámaras todos los artistas de España y parte del extranjero, casi literalmente. El año pasado, uno de los momentos más memorables de la gala fue el protagonizado por el simpar Omar Montes, que exhortó a los espectadores a “invertir en agua potable porque es un bien escaso y solo hay un tercio que se puede beber, puesto que el otro es del mar y no se puede beber”. Este año el IBEX 35 contenía el aliento expectante por saber ver sobre qué bien de primera necesidad iba a proponer especular el de Pan Bendito, pero en un giro lostiano de los acontecimientos Montes recomendó leer sobre el estoicismo “porque te ayuda a superar todo”. No tardaremos en descubrir que Montes es nuestro Tony Clifton, la broma genial del gran Andy Kaufman. Un día se quitará la careta y debajo estarán Miguel Noguera o Ignatius Farray o los dos muy apretaditos.

Christian Gálvez y Verónica Dulanto, presentadores de la gala de Nochebuena de Telecinco.
Christian Gálvez y Verónica Dulanto, presentadores de la gala de Nochebuena de Telecinco.Luis Miguel Gonzalez

Antena 3, por su parte, no ha tenido ni que gastarse los cuartos en presentadores, ha llegado a final del año con tanta ventaja sobre sus competidores que ni ha comparecido, se ha limitado a meter en el reproductor la cinta con los mejores momentos de sus mejores programas y a tumbarse a esperar el Pedrochazo.

Los que hayan querido huir de los fastos de la noche más especial para Christian Gálvez han encontrado refugio en las hermanas menores de las grandes cadenas. Cuatro le ha dedicado un programa doble a Julia Roberts y ha emitido Notting Hill y Pretty Woman, y van casi 40 veces desde su estreno televisivo en TVE en enero de 1994, pero a ver quién se cansa de Héctor Elizondo dando lecciones de protocolo: “Cuatro puntas, carne”, me repito en todos los banquetes. La Sexta, por su parte, ha elegido inquietarnos. En la noche de las reuniones consanguíneas por excelencia, de entre los miles de títulos a su disposición han optado por Glimmer Man, en la que, según reza sus sinopsis, el incombustible Steven Seagal “debe atrapar a un peligroso asesino en serie llamado El hogareño por su costumbre de asesinar a grupos familiares enteros”. Hay un programador en Atresmedia que esta noche necesitaba un abrazo.

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